Lituania: donde el baloncesto es una religión
Muchos son los países que desde octubre hemos visitado pero hasta el momento Lituania es el primero que pisamos donde el baloncesto es el deporte rey. Como ellos dicen, más que un deporte, el baloncesto en Lituania es una religión. Pese a guerras y continuos cambios de fronteras este pequeño país del báltico ha conservado y cuidado su pasión por el baloncesto como un tesoro.
Cuando en muchos países el baloncesto aún estaba en una fase muy experimental, en 1937 y 1939 la selección lituana se proclamó campeona del Eurobasket. Posteriormente, desde la ocupación de la Unión Soviética en 1940, sus jugadores pasaron a ser parte importante de la selección nacional de la URSS durante más de cinco décadas.
Conseguida nuevamente la independencia en 1990, cuando el país aún trataba de organizarse política y administrativamente, volvió a competir, en este caso por el empeño de uno de sus jugadores más importantes, Sarunas Marciulionis. El jugador por aquel momento de los Golden State Warriors, de los primeros soviéticos en llegar a la NBA y de los primeros europeos destacados en la liga norteamericana, fue contactando con sus compatriotas, buscando patrocinadores y medios para poder formar un equipo competitivo de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, ya que carecían de apoyo institucional.
Tanto Sarunas Marciulonius como otro de los jugadores insignia del baloncesto lituano y que también consiguió la medalla de bronce en aquella cita olímpica, Arvydas Sabonis, hace ya más de dos décadas apostaron por crear academias de baloncesto en su país natal. Marciulonius en Vilnius y Sabonis en Kaunas, ponen nombre a las dos academias más importantes del país a las que muchos jóvenes llaman a las puertas para formarse como jugadores con el sueño de poder dedicarse profesionalmente al baloncesto.
El director de la academia de Marciulanis, Rolandas Jarutis, reconoce que la academia actualmente tiene menos de la mitad de jugadores que a finales de los noventa cuando llegó a congregar a más de 800. Los problemas económicos y las escasas ayudas estatales hacen que la academia no esté pasando por su mejor momento. No obstante, pese a los problemas, se muestra orgulloso de seguir aportando cada año jugadores a las categorías inferiores del equipo nacional y de poder competir contra los mejores equipos y academias lituanas.
En Kaunas, segunda ciudad del país, Arvydas Sabonis emplazó su academia, más conocida en España ya que participan habitualmente en torneos de nuestro país así como por formar jugadores del nivel de Tomas Balciunas, MVP de la pasada minicopa, a la que acudió invitado por el Real Madrid. Pudimos visitar sus instalaciones de la mano de su director ejecutivo Tomas Degutis, quien desde una visión técnica más que deportiva, tiene claro que para poder seguir formando jugadores de primer nivel y ofrecerles las mejores condiciones para su mejora la academia debe ser rentable económicamente como cualquier empresa.
Los dos grandes clubes lituanos Zalguiris y Lietuvos Rytas no cuentan con estructura de categorías inferiores. Las plantillas juniors de estos clubes se nutren principalmente de las academias de Sabonis y Marciulonis respectivamente. No obstante la competición juvenil es una de las más prestigiosas del país donde la competitividad es máxima y los jóvenes jugadores saben que es un escaparate para poder dar el salto al baloncesto profesional. Quizás sea este uno de los secretos por los que un país de poco más de tres millones de habitantes es la cuna de tan grandes jugadores: gran volumen de niños que empiezan a jugar a baloncesto y una competición bien desarrollada que les ayuda a progresar.
Para poner punto y final a nuestra estancia en Lituania pudimos asistir en Kaunas al encuentro de la liga doméstica en el moderno Zalguiris Arena entre el conjunto local y el Siauliai. Más allá de los jóvenes valores que te permite descubrir cualquier encuentro profesional en Lituania otro ilustre del baloncesto europeo captó nuestra atencion sin estar vestido «de corto». Sarunas Jasikevicius, uno de los mejores bases de la historia del baloncesto europeo se ha incorporado al staff técnico del Zalguiris. Acostumbrado a dar ordenes, inquieto y protestón, como siempre, pero desprendiendo la sensación de que si es capaz de controlar sus impulsos puede marcar también una época en este caso desde los banquillos, quizás la asignatura pendiente del baloncesto lituano.